sábado, 4 de enero de 2014

NO ME PUEDO ENFADAR


El 2014 es el año de la recuperación. Así nos lo han vendido  y como todo lo que nos vende este Gobierno, es mentira. No lo digo basándome en ningún indicio salvo el de los sucesivos engaños que hemos sufrido. Aunque fuese verdad no me lo creería por el hecho de salir de sus bocas. Mañana amanecerá como todo los días y lo aseguro sin basarme en nada más que el hecho de que sucede todos los días. De la misma manera mi mente me dice que mienten y no me hace falta reflexionarlo, lo hacen todos los días. 

Pese a esa escasa necesidad de razonamiento por costumbre y esa lógica innata que se despierta, no puedo obviar la realidad. Puedo hablar de mis problemas, de los problemas en general y de los problemas que sufre la gente en particular. Hoy quiero hablar de lo particular, de los problemas reales de personas reales que conozco. De personas anónimas que son realmente las que están levantando, si acaso es verdad, el país con sus sacrificios.
Tengo una amiga que conoce a una amiga que tiene un primo… ¡No!,  tengo una persona cercana que sufre. Una conocida con tres hijas que estas navidades no han comido como se hace en estas fechas y cuyas hijas no se han llevado esa agradable sorpresa de un presente bajo un árbol alumbrado. Ella está sola, una madre soltera que tira de un carro enorme y de la que dependen tres bocas.  No ha sido esa Navidad de alegría y felicidad que los supermercados se empeñan en repetir con cánticos taladrantes, para ellas no.  Un puto pollo, una puta lágrima.

Tampoco ha sido una Navidad iluminada para esa amiga que con hijo a cargo le cortaron la luz. Para ella la Navidad ha sido sufrir a oscuras, ha sido frio, una navidad de manta y velas, de días que se acababan a las 7 de la tarde. Una navidad espectacular por lo cercano a la supervivencia y lo alejado de la dignidad. Una Navidad de escusas, de perder la vergüenza, de olvidarse de los momentos buenos, de ver solo el lado negro de la vida.

Gente desgraciada, en desgracia.  No me puedo enfadar, no me puedo enfadar si las familias no tienen luz en sus casas y mientras las calles destellan con su luz mis retinas, no me puedo enfadar. Tampoco me puedo enfadar por los banquetes que últimamente se han organizado en los entes públicos a costa de todos, no puedo enfadarme mientras familias pasan auténtica necesidad, sufren hambre. ¿Enfadarme? No me puedo enfadar, uno no puede escupir palabrotas, tiene que comedirse, no es suficiente lo que nos hacen. Uno no puede llamarles hijos de puta, ni cagarse en sus muertos, ni puede desearles la muerte. No puedo enfadarme bajo ningún concepto, eso me desautorizaría. Pisa la mano con la que alimento a mis hijos, que no puedo rebelarme con la que me queda libre, no me puedo enfadar.